«Lento Ternura» es un lugar que no se puede situar en un espacio físico, uno que no se puede señalar en un mapa. Es un pueblo recóndito pero no amurallado, pues a él tienen acceso todos los transeúntes que deseen entrar: el camino, sin embargo, solo lo encuentran aquellos que saben buscarlo. «Lento Ternura» es un estado de la conciencia que Zahara ha inventado, uno que puede encontrarse en los lugares más bellos y también en los más desagradables. La cantante y productora ha recorrido, hasta hoy, un camino kilométrico: cada álbum era una posada, un hostal en el que alojarse. Sin embargo, éste, el sexto de su trayectoria, es un oasis que repoblar: el lugar en el que quedarse.
En esa atalaya, Zahara puede respirar tranquila, lo suficiente como para echar la vista atrás: «aquí estoy, observando todo lo que voy a perder, todo lo que siempre he odiado» son los primeros versos de ‘Formentera‘, canción que abre el trabajo. Sobre ese paisaje que se abre ante sus ojos, resuena una pregunta: ¿qué es la vida? La artista publica un disco que no es una retrospectiva, pero sí una consecuencia directa de su trayectoria. «Era sencillo pensar que la vida era esto: pedir la botella más cara, olvidarnos del resto», canta en dicha obertura, aunque de algún modo se rebate a sí misma al hacerse la misma pregunta seis canciones más tarde: «¿Era esto la vida? (…) era una tarde rara en Saturno, un 2020 oscuro y perdido». El último álbum de la autora sentó un antes y un después en la historia del pop español: «PUTA» fue tan honesto como difícil pero, ante todo, necesario para dejar atrás lo violento y comenzar a configurar el pensamiento a través de lo tierno. Estamos en el disco en el que Zahara ensalza lo bello, lo amable, lo afectuoso: un trabajo que no hubiera sido posible sin su predecesor, y es que los juncos solo crecen cuando el lago no está contaminado.
Así, «Lento Ternura» es un estado aspiracional de calma, primeramente concebido como una reserva natural: hay referencias a los cipreses, a los ciervos, a los gatos salvajes o al agua. Pese a todo, la artista ha vivido demasiado como para comprender que toda utopía, en la práctica, siempre tiene sus peros, y que por tanto la extrema belleza no es la máxima expresión de lo tierno. El trabajo es un estado de la conciencia en el que también cabemos con ira, con llanto, en Madrid, en el pueblo, cuando criticas, cuando rechazas el buenismo, cuando bebes o cuando vas al baño.
De ésta última acción (una que siempre procura esconderse) nace la portada: Zahara, en uno de los lugares más hostiles del planeta (un baño portátil), se muestra leyendo un libro filosófico en el que tan solo desea hallar algo de empatía. Esa búsqueda de conocimiento no es más que el intento de todos los seres humanos de comprendernos a nosotros mismos, de saber quiénes somos y dónde estamos: a veces en un policlin, otras en un prado verde (porque, sí, la vida es esto). Entre todas esas contradicciones, todos esos bucles y todas las preguntas que tan solo generan más preguntas, la artista construye un álbum circular: la última canción, ‘Soy de un pueblo pequeño‘ va dedicada a la Úbeda de su infancia, porque solo desde lo más alto puede verse el paisaje completo («No estoy aquí, sobrevolaré mi vida desde el avión» que dice en ‘CTRL+Z‘).
En ese diálogo interior, Zahara también se reencuentra como creadora: es su primer álbum de estudio que firma como productora. Su premisa es convertir lo cotidiano en placer sonoro, y por ello toma samples de gatos (‘Tus michis‘), grabaciones de campo cual maestra ornitóloga o beats que ha compuesto su hijo con los sintetizadores que hay en casa. Dentro de todo ello hay techno, bass, producciones vocales extraterrestres, club, reggaetón, muros inquebrantables de sintetizadores y mucha oscuridad, pero con un claro poso pop que convierte en entretenido lo sesudo y en coherente tanto eclecticismo. Existe un paralelismo entre la naturaleza de ese espacio utópico y la producción musical, donde los beats, aunque estructuralmente similares, incorporan pequeñas variaciones que los hacen únicos en cada repetición (no habrá dos patrones de bombo iguales en la misma estrofa). Esta idea refleja cómo un paisaje puede parecer el mismo cada día, pero siempre esconde sutiles cambios, del mismo modo que la rutina humana: al fin y al cabo, la vida era esto, ¿no?
El vinilo de «Lento Ternura»ya está a la venta. Además, también está disponible la edición Deluxe, a la que acompaña un conjunto textos inéditos inspirados en el álbum. Éste, en su edición física, esconde un detalle especial: un alijo que contiene la réplica en miniatura del policlin en el que Zahara posa para la portada.
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